¿Qué significa eso?, me refiero a “el instante”, es difícil definirlo, ya que es como parar el tiempo; y claro, es aún más difícil vivirlo con la intensidad necesaria como para percibir su magia.

Para todo en la vida se necesita algo más que un instante para poder hacer algo, incluso los pensamientos.

¿Entonces, cómo hacemos para vivir el instante?. Decirlo es muy sencillo, llevarlo a cabo… bueno, ya me dirá si lo experimenta. En realidad es simple, consiste en dejar de pensar y estar conscientes de las cosas que se hacen en cada “momento” o “instante”.

Usted dirá que eso de no pensar es imposible, pero en realidad es difícil (eso sí), pero no imposible.

Es posible dejar de pensar?

Sí es posible dejar de pensar.

Nosotros lo hacemos durante el día, en actos concretos, como en el trabajo por ejemplo. Si un cirujano estuviera pensando en el partido de fútbol mientras opera, ya me dirá como acabaría el pobre paciente.

Repasen su día a día, y verán como es que sí que hay espacios donde al realizar según que tarea, dejan de pensar para poder realizarla bien.


En realidad nos enseñaron desde niños a estar “pendientes” en clase y no “distraernos con las musarañas”; como me decían cuando estaba en “las nubes”, pensando en el chico que me gustaba o en lo que haría el fin de semana.

Lo que les faltó decirnos, es que esa atención hay que ponerla de forma constante en todo lo que hacemos, desde que nos levantamos por las mañanas; no sólo para el trabajo y los estudios.

¿Cuántas veces perdemos las llaves?….
Si prestáramos atención a todo lo que hacemos, cuando comemos, nos vestimos, caminamos por la calle, hablamos con otras persona, oímos a otras personas….. quizás no nos sentaría mal la comida.

Recordaríamos de qué color es nuestra ropa interior, caeríamos en cuenta de que lo que decimos puede hacer daño a quien nos oye. Y quizá entenderíamos a quien nos habla con mas claridad, de forma que habría menos conflictos entre nosotros.

Necesitamos atención en el instante.

Ubicados en el instante, aprendemos a escuchar.


Al estar atentos, en el instante, sobre todo cuando interactuamos con otros: amigos, familiares, compañeros, etc, y escuchar todo lo que nos dicen con interés. Si no pensamos la respuesta antes de que acaben de explicarse; descubriremos la magia de ver más allá de las palabras y percibir (incluso) el estado anímico de la persona.

De esta manera nuestra comprensión sería más amplia y descubriríamos que no está enfadada con nosotros, sino que tiene miedo de perdernos.


¿Cómo hubiéramos reaccionado si sólo nos quedamos con lo que dice, y a medias?. Y ¿ cómo reaccionamos si lo que que percibimos, a demás de lo que dice, es miedo a perdernos? Seguro que de maneras muy diferentes.


La vivencia del instante, no sólo nos ayuda en la relación con los demás; sino también en la relación con nosotros mismos y con el entorno.

Dormir despiertos.


Al caminar por la ciudad, haciendo el mismo recorrido de todos los días, tendemos a “dormirnos despiertos”; expresión muy extendida y a la vez muy acertada, ya que lo que hacemos es ausentarnos en pensamientos fantásticos sobre nosotros mismos.

Si estamos distraídos, se nos escapa el instante.

Por ejemplo, si hemos comprado un numero de lotería, nos pasaríamos todo el trayecto planeando el viaje; construyendo el chalet o conduciendo el coche nuevo y eso que todavía faltan dos días para el sorteo…

Si tenemos problemas con el jefe, el camino lo hacemos discutiendo con él; y diciéndole las cosas que en persona nunca llegamos a verbalizar, etc, etc.

Supongo que habrán comprobado a lo largo de los años, que estas técnicas de pensamientos aleatorios no solucionan los problemas; como mucho obtenemos un dolor de cabeza.

Propongámonos algo diferente:


Los estudios gnósticos proponen otra forma de llevar el día a día. Si nosotros no podemos cambiar nuestra vida, ni siquiera el recorrido que hacemos cada mañana para ir a trabajar; lo que sí podemos hacer, es cambiar algo en nosotros que nos haga ver cada día de forma diferente.


Viviendo el Instante, logramos que nuestra atención esté Aquí y Ahora. ¿ Y qué conseguiríamos con eso?. Retomando el ejemplo anterior, al caminar por la ciudad, notaríamos que los árboles empiezan a echar flores, y hay un perfume a su alrededor; que la vecina del segundo está regando los geranios; que el sol hace unos juegos de luces con las nubes; que han cambiado la fachada del edificio de la esquina etc…


Si no estamos pensando, ¿ quién está en nosotros?. El lugar lo ocupa la Conciencia, esa parte espiritual que todos llevamos dentro. Ella es la que ve la vida de forma diferente, y es capaz de extraer todos los detalles y hacérnoslo llegar. Es la conciencia la que es capaz de “ver” más allá del conjunto.

Vivir el instante en armonía con la vida.

Vivir el instante nos permite estar en armonía con la vida.


La vida está en constante cambio a nuestro alrededor, y nosotros deberíamos de poder percibirlo; así nunca nos resultará rutinario vivir, y estaríamos en armonía con ella.


De la misma manera que la vida es cambio constante, así deberíamos de estar nosotros, cambiando constantemente. ¿Cómo? Aprendiendo de todo lo que nos rodea, y sobre todo, de nosotros mismos.


Ese aprendizaje nos lleva a la comprensión del mundo en el que vivimos, y de las reacciones de las personas con las que compartimos. Sólo así podremos darnos cuenta de lo que nos interesa cambiar dentro de nosotros mismos.


Como todo en la vida, esto no se consigue de un día para otro. Es un ejercicio constante de autodisciplina que nadie nos aplica. Poco a poco va haciendo que la vida sea una sorpresa, y porqué que no? una aventura.


Los pequeños detalles importan, porque con los pequeños cambios acumulados en el tiempo y con una voluntad constante, se construyen grandes personas.

Elena Bueno

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